El pasado 12 de mayo el INDEC publicó el índice de inflación que no sorprendió por la demora en su presentación, sino por el pico registrado de un indicador ya de por sí elevado y que no da tregua: el alza del índice de precios de abril fue del orden del 8,4% perforando un techo que rondaba el 7%.
En esta tesitura, todo apunta que el índice anualizado podría superar el 100% en una inercia que no para de crecer y revive fantasmas de épocas pasadas ("la hiper", el "Rodrigazo", entre otros lugares comunes), hoy azuzado por medios de comunicación y operadores de inconfesados intereses que procuran rédito político en año electoral.
Lo concreto es que más allá de la agenda mediática, casi a diario, el poder adquisitivo de las clases trabajadoras se deprime en una carrera desigual donde los más afectados son aquellos sectores que carecen de convenios colectivos de trabajo.
El origen de este problema económico y social ocupa numerosas horas de aire en los medios y es de extrema preocupación para los trabajadores. Este complejo escenario obliga a dirigir la mirada hacia lo indispensables que son las organizaciones sindicales, concretamente y en nuestro caso, los informáticos.
Un sector relegado: la imperiosa necesidad del Convenio
En AGC cumplimos nuestro trigésimo aniversario y a la par de nuestra trayectoria, desde hace más de una década, han venido emergiendo diferentes expresiones gremiales que comparten un horizonte en común: la regulación y mejora de las condiciones salariales y laborales de la actividad. En este marco se celebró recientemente la unidad con referentes históricos del gremio Unión Informática en aras de ampliar la convocatoria y trabajar por los objetivos comunes por los que se viene militando paralelamente desde hace años.
El meollo del asunto gira en torno al porqué, y si bien la unidad es motivo de celebración, ocurre en el momento más propicio y más apremiante para nuestro colectivo, que también se ve afectado por la misma situación que los demás sectores de la economía.
Es decir, por un lado, parte de nuestra actividad se ve parcialmente forzada a recurrir a contratos en el exterior, que representan “pan para hoy y hambre para mañana” al darse bajo una modalidad de “uberización” donde la relación laboral no está regulada y está exenta del pago de aportes patronales, jubilación, etc. expropiando el conocimiento nacional por la debilidad de la propia economía.
“Regulados por el mercado”
Por otro lado, gran parte de quienes se desempeñan en relación de dependencia dentro de nuestro país se ven afectados por la merma de su salario ante la espiral inflacionaria. Paradójicamente, este fenómeno ocurre en un contexto de desempleo de un dígito que subvierte la tendencia de incrementos salariales como consecuencia inmediata del pleno empleo (o estando cerca de alcanzarlo), mecanismo que supo funcionar como paritaria de facto en un clima de crecimiento económico.
Está claro que en los últimos años, y más aún en la pospandemia, varias leyes o postulados habituales han dejado de cumplirse. Sea como sea, este cuadro de situación urge a redoblar esfuerzos no solo para consolidar la unidad sindical TI, sino también para seguir avanzando en la regulación del trabajo a través de la promoción y convalidación de uno de los mayores hitos en agenda que es el Convenio Colectivo de Trabajo que desde una organización y la otra viene impulsándose como instrumento para que los profesionales del sector no queden a merced de la desregulación del mercado en el caso de estar en relación de dependencia, o en la total intemperie para aquellos que se desempeñen como autónomos.
La noción de convivir con una economía inflacionaria donde la normalización de los precios parece estar lejos —al igual que otros indicadores— detenta un gran desafío para gremios y centrales obreras en general, pero en lo particular plantea la necesidad de seguir andando el camino de la construcción que hace rato venimos transitando para el abordaje de estos problemas, tanto los coyunturales como los de naturaleza más estructural.