La reciente salida de Valeria Abadi de Globant no pasó desapercibida. Después de más de tres años en la empresa desempeñándose como Vicepresidenta Senior de Marca Global, Abadi comunicó en sus redes su renuncia y anunció su incorporación al Grupo BIND como Chief Marketing & Culture Officer.
La noticia fue presentada con tono entusiasta, enmarcada en el lenguaje típico del mundo corporativo: agradecimientos, aprendizajes, y una nueva etapa. Sin embargo, en su post de despedida, Valeria Abadi agradeció personalmente a docenas de colegas, al equipo global y a todos los "globers", pero no hizo una sola mención a Martín Migoya ni a Guibert Englebienne, fundadores y rostros públicos de la empresa.


Su salida ocurre en medio de una nueva crisis autoprovocada y cuyas víctimas son una vez más, los empleados de Globant. La empresa viene protagonizando un proceso de ajuste: cierre de oficinas en nuestro país (Ushuaia y Resistencia), despidos escalonados, sueldos congelados y un clima interno marcado por la incertidumbre. Mientras tanto, la dirigencia continúa rotando y los discursos oficiales siguen hablando de expansión y nuevos horizontes.
¿Quién es Valeria Abadi?
Valeria Abadi construyó una carrera en áreas de marketing, comunicación y cultura organizacional. Antes de llegar a Globant, había trabajado en Arcor, liderado el Consejo Publicitario Argentino y fundado JAE3, una iniciativa privada sobre diversidad laboral. En Globant ocupó cargos de alto nivel regional y global. Desde allí, ayudó a consolidar una narrativa empresarial que fue mucho más que estética: fue una forma de moldear cómo los empleados debían pensarse a sí mismos dentro de la compañía.
Globant no es la única, pero sí es un emblema en esto: durante los últimos años desarrolló una identidad interna en la que no hay "empleados" sino "globers", no hay "trabajo" sino "aventura", no hay "salario" sino "oportunidad". Bajo la gestión de Abadi se reforzaron estos conceptos en campañas, videos, charlas internas y relaciones públicas. Se hablaba de “familia Globant”, de “ambientes amables (Be-Kind)”, de “liderazgo horizontal”. Todo en un tono amigable, colorido, moderno.
Pero en paralelo, los trabajadores vivían otra realidad: congelamiento salarial, rotación constante de proyectos, falta de claridad sobre su futuro. Y cuando intentaron comenzar a organizarse para reclamar, llegaron las represalias.

Cuando la cultura se vuelve disfraz
Una de las mayores contribuciones de Abadi a Globant fue la profesionalización de una cultura corporativa que no sólo vendía imagen hacia afuera, sino que buscaba moldear la percepción interna de los trabajadores. El problema no es el marketing en sí, sino lo que oculta: que detrás del cartel de “una gran familia” hay relaciones laborales desiguales y personas a las que se les niega incluso el derecho a ser reconocidas como lo que son: asalariadas, trabajadoras, empleados con derechos.
El relato de empresa “cool”, horizontal, disruptiva, reemplaza palabras como “salario” por “experiencia”, “empleo” por “desafío”, “derecho” por “beneficio”. Y esa sustitución no es ingenua. Es parte de una lógica que vacía la figura del trabajador para convertirla en algo más difuso, menos exigente, más manipulable.
Cuando un empleado deja de verse como tal, pierde una herramienta fundamental: su conciencia de clase trabajadora. Pierde la posibilidad de exigir, de agruparse, de reclamar con legitimidad. Y eso, en última instancia, le sirve a quien está del otro lado del escritorio.
La realidad que no encaja en el discurso
La renuncia de Abadi sucede al mismo tiempo que Globant atraviesa su peor año en bolsa, lidera las caídas de ADRs argentinos, y desactiva oficinas con el argumento de “baja ocupación”. La empresa niega despidos masivos, pero los trabajadores lo viven como un goteo constante. En foros como Reddit y chats internos circulan mensajes de alerta: “hace meses que no sabemos si nuestro proyecto sigue”, “no aumentan nada, pero siguen vendiendo que somos los mejores”, “se llenan la boca con ‘Be Kind’ pero echan a gente por armar un grupo de consulta laboral”.
Los relatos son cada vez más parecidos, y tienen algo en común: el contraste entre el discurso de la marca y la realidad vivida por quienes sostienen el día a día de la empresa. Quienes trabajan en Globant (y en muchas otras del sector) no necesitan slogans, necesitan certezas.
Organizarnos para recuperar el sentido
En momentos donde las palabras se distorsionan y el marketing busca tapar la falta de derechos, lo que queda es volver a lo esencial: somos trabajadores. No “globers”, no “talentos”, no “agentes del cambio”. Somos personas que venden su fuerza de trabajo, que sostienen el funcionamiento de una empresa y que merecen condiciones justas, previsibilidad y respeto.

Por eso, desde la Asociación Gremial de Computación volvemos a invitar a quienes trabajan en Globant —y en todo el sector— a organizarse. No para pelear contra una marca, sino para defender algo más profundo: la dignidad de trabajar y saberse parte de una comunidad que no se deja confundir.
¡Contactate con tu gremio!