En la economía del conocimiento en general, y en la industria informática en particular, es común que se haga referencia a nosotros, los trabajadores, como "talentos". Pero ¿somos talentos o en realidad tenemos talento?
Desarrollar la tecnología en todos sus niveles requiere sin duda de múltiples habilidades, competencias, conocimientos y experiencia profesional. Trabajar en informática implica además para nosotros una vocación. Vocación para construir nuestras carreras, vocación para asumir desafíos tecnológicos más allá de nuestras zonas de confort, vocación para trabajar en equipo y para potenciar nuestra industria.
Para referirse a las y los trabajadores de la economía del conocimiento a menudo se escuchan diferentes eufemismos que eluden nuestra identidad, desdibujan nuestro rol y nos limitan para pensarnos de manera colectiva como sujetos de derechos y sujetos de transformación de la actividad informática y de nuestro país. Suelen llamarnos "recursos" o "colaboradores". Otras veces, directamente se nos asocia una suerte de gentilicio o pertenencia al empleador, donde por ejemplo, los empleados de Google son llamados "googlers", los de Globant, "globers", etc. Sin embargo, la etiqueta más recurrente y más llamativa es la de "talentos", como cuando se refieren a la “adquisición de nuevos talentos”, la retención de "talentos”, formación de "talento”, etc.
Cuidado, la diferencia entre "tener" y "ser" puede parecer sutil, pero es tan importante como la diferencia entre "objeto" y "sujeto". Por un lado, el objeto talento hace referencia a un atributo, una mercancía, un bien o servicio comercializable, en definitiva, un commodity. En cambio, pensar en el sujeto, es decir la persona con talento pone en el centro al ser humano. Cada sujeto con su historia de vida, su recorrido profesional, su familia y relaciones sociales, sus deseos y aspiraciones, su forma de ver el mundo y sobre todo: con su trabajo y sus derechos.
Está claro que nuestras capacidades cognitivas son fundamentales para el desarrollo de la economía del conocimiento pero resulta burdo que se nos identifique por lo que tenemos y no por lo que somos. Pareciera que el mercado, codicioso y altamente competitivo, no puede evitar llamarnos por lo que quiere extraer de nosotros, por lo único que realmente le importa: valerse de nuestro talento. El problema es que el talento, como objeto de trabajo, sólo funciona si el sujeto lo pone a trabajar de manera voluntaria y creativa, resolviendo problemas complejos y, en general, en equipo. Es decir, el agregado de valor y la generación de riquezas en nuestra industria, como en cualquier otra, sólo es posible gracias a nuestro trabajo.
Es probable que las y los informáticos aún no hayamos tomado suficiente conciencia del valor que aporta nuestro talentoso trabajo en la economía del conocimiento. Sin embargo, es hora de que nos identifiquemos por nosotros mismos, que nos reconozcamos como trabajadores y que vayamos juntos por lo que nos corresponde, que nos organicemos para resolver nuestros problemas laborales y profesionales pero también para hacer nuestro aporte a una industria más sólida y una Argentina más grande.
Somos trabajadores informáticos, tenemos un rol protagónico en nuestra industria y un rol esencial en el desarrollo de nuestro país. Tenemos talento y capacidad para agregar valor, trabajando de forma solidaria, en equipo. Los trabajadores informáticos tenemos identidad propia, tenemos representación a través de la Asociación Gremial de Computación y estamos consolidando nuestra organización genuina para defender nuestros derechos y diseñar nuestro destino colectivo.
Los trabajadores informáticos tenemos talento y nos animamos a pensar en grande.